PONENCIA DE ALEAS IU:
NUEVAS ESTRATEGIAS PARA EL COLECTIVO LGTBI El movimiento LGTBi está necesitado de una reflexión. Han sido ya más de tres décadas las que han pasado desde que se impuso como estrategia la constitución de organizaciones asistenciales y/o vinculadas a la estructura asociativa institucionalizada. El balance no puede menos que ser positivo ya que los logros alcanzados son muy visibles. La mayor de las conquistas, en cambio, no ha significado la aprobación de una ley o la mayor visibilidad y respeto formal en los medios de comunicación; el mayor avance ha sido la incorporación del programa LGTBi en el debate político cotidiano. Hoy en día ni tan siquiera los partidos conservadores (excluyendo a los fascistas y a los fundamentalistas religiosos) tienen en su ideario una visión retrógrada y criminalizadora de la homosexualidad. Hoy existe un consenso en los mínimos para asumir la transexualidad como un derecho al que darle solución desde el Estado.
Pero, el momento en el que nos encontramos no debe ser de autocomplacencia. La crítica que el colectivo necesita en general debe ir enfocada a definir una nueva estrategia que defina los objetivos, y las razones, como movimiento social. La posibilidad de mezclarse con el conjunto de la ciudadanía también debe estar presente y, en consecuencia, la crítica necesaria a la “guetización” del colectivo LGTBi y su empantanamiento en según qué espacios físicos.
La apuesta por vincular la capacidad de visibilización al mercado ha resultado rentable pero no barata. La desmovilización viene, en parte, causada por la falta de adecuación de las asociaciones LGTB a su carácter más reivindicativo. Los espacios de socialización han quedado en manos de la oferta de ocio planteada, mayoritariamente, por el sector comercial. La dirección de los colectivos no ha sido capaz de darle un nuevo empuje a las razones que deben llevar a un gay, una lesbiana o un transexual a asociarse para algo más que para lograr una reivindicación a corto plazo.
En el marco de esta estrategia hay que colocar la lucha contra la LGTBfobia como una herramienta principal. La presión social que supone el ninguneo o el estereotipo fácil debe ser tenido en cuenta como una forma de LGTBfobia. En esta agresión se debe incluir desde los comentarios más reaccionarios hasta las actitudes “tolerantes” que se limitan a cumplir con la cuota tanto de presencia como de “tolerancia”. Denunciar las agresiones debe ser una constante y implicación de la sociedad en esta denuncia debe ser el objetivo estratégico que se necesita lograr. Las políticas de comunicación han de ser la herramienta que se utilice para dar esta batalla.
Es evidente que la apuesta por una educación en la que los estereotipos sexuales estén barridos es una apuesta necesaria. No se encuentra, con la experiencia que hay hasta el momento, una disposición de los poderes públicos para avanzar en esa dirección ya que es el ámbito educativo un lugar vedado para según qué contenidos. La sexualidad sigue siendo una asignatura pendiente y debe ser la reivindicación fundamental.
El movimiento LGTBi debe desarrollar una acción contundente y constante en esta dirección que incluya desde campañas específicas y masivas hasta la elaboración de contenido y la creación de formadores. Se trata de hacer que la estructura de formación oficial (universidades) contemplen, junto a las sociedades sexológicas, el programa formativo de quines van a impartir esa materia, bien como asignatura concreta, bien como tema horizontal presente en varias asignaturas. La sexualidad no debe ser tratada en la escuela a partir de los 14 años, sino desde la misma incorporación de la niña y el niño en el sistema educativo. No es suficiente con talleres desarrollados desde las organizaciones. La función de éstas debe dirigirse más hacia la creación de un proyecto estructural global que incluya estos temas como necesarios y constitutivos de los contenidos docentes en general.
El movimiento LGTBi está ya maduro para organizarse en función de visiones de la sociedad más complejas que la mera unión por discriminación por motivo de orientación sexual. La presencia de homosexuales (Partido Liberal alemán) en los gobiernos no debe significar de forma acrítica una valoración positiva. De nada sirve que el ministro de Asuntos Exteriores de Alemania sea gay e esté casado con su marido si es partidario de un desbaratamiento del estado de bienestar y de la mercantilización de los derechos sociales apostando por una liberalización (precarización) del mercado laboral. El movimiento LGTBi debe apostar por la economía social como única forma de atender las necesidades de un colectivo complejo y que no puede hacer depender su felicidad de la conversión de esta en una mercancía adquirida en el mercado.
El carácter progresista del movimiento debe de entenderse no solamente en su discurso sobre la sexualidad y la ruptura de roles y corsés de comportamiento. Debe también de centrarse y de tomar postura por las condiciones de vida en las que se desenvuelven cotidianamente las lesbianas, los gays y los y las transexuales.
Otro bloque importante que debe ocupar la atención del colectivo es el de la investigación y la difusión sobre sexualidad, identidad sexual, intersexualidad, género, relaciones y referentes. Copiar los modelos de relación y los valores que se desprenden de la sociedad patriarcal y heterosexista es un error ya que impone un corsé en el comportamiento creando categorías a las que adecuarse y, por lo tanto, represivas. La Revolución Sexual es una revolución constante que debe enterrar viejos valores que nada dicen sobre las necesidades, gustos y placeres, ya no solamente del colectivo LGTBi, sino del conjunto de los seres humanos. Argumentar científicamente esta revolución es una tarea, no solo del colectivo, pero sí en la que debe estar presente.
En resumen, el movimiento LGTBi debe refundarse. La dialéctica también nos implica. El trabajo en el frente institucional y asociativo debe de configurarse con una nueva vitalidad participativa, con un objetivo de cambio y con la contribución de hacer de esta sociedad, que tiende a la uniformidad, una sociedad diversa, democrática y opuesta al reduccionismo mercantilista.
NUEVAS ESTRATEGIAS PARA EL COLECTIVO LGTBI El movimiento LGTBi está necesitado de una reflexión. Han sido ya más de tres décadas las que han pasado desde que se impuso como estrategia la constitución de organizaciones asistenciales y/o vinculadas a la estructura asociativa institucionalizada. El balance no puede menos que ser positivo ya que los logros alcanzados son muy visibles. La mayor de las conquistas, en cambio, no ha significado la aprobación de una ley o la mayor visibilidad y respeto formal en los medios de comunicación; el mayor avance ha sido la incorporación del programa LGTBi en el debate político cotidiano. Hoy en día ni tan siquiera los partidos conservadores (excluyendo a los fascistas y a los fundamentalistas religiosos) tienen en su ideario una visión retrógrada y criminalizadora de la homosexualidad. Hoy existe un consenso en los mínimos para asumir la transexualidad como un derecho al que darle solución desde el Estado.
Pero, el momento en el que nos encontramos no debe ser de autocomplacencia. La crítica que el colectivo necesita en general debe ir enfocada a definir una nueva estrategia que defina los objetivos, y las razones, como movimiento social. La posibilidad de mezclarse con el conjunto de la ciudadanía también debe estar presente y, en consecuencia, la crítica necesaria a la “guetización” del colectivo LGTBi y su empantanamiento en según qué espacios físicos.
La apuesta por vincular la capacidad de visibilización al mercado ha resultado rentable pero no barata. La desmovilización viene, en parte, causada por la falta de adecuación de las asociaciones LGTB a su carácter más reivindicativo. Los espacios de socialización han quedado en manos de la oferta de ocio planteada, mayoritariamente, por el sector comercial. La dirección de los colectivos no ha sido capaz de darle un nuevo empuje a las razones que deben llevar a un gay, una lesbiana o un transexual a asociarse para algo más que para lograr una reivindicación a corto plazo.
En el marco de esta estrategia hay que colocar la lucha contra la LGTBfobia como una herramienta principal. La presión social que supone el ninguneo o el estereotipo fácil debe ser tenido en cuenta como una forma de LGTBfobia. En esta agresión se debe incluir desde los comentarios más reaccionarios hasta las actitudes “tolerantes” que se limitan a cumplir con la cuota tanto de presencia como de “tolerancia”. Denunciar las agresiones debe ser una constante y implicación de la sociedad en esta denuncia debe ser el objetivo estratégico que se necesita lograr. Las políticas de comunicación han de ser la herramienta que se utilice para dar esta batalla.
Es evidente que la apuesta por una educación en la que los estereotipos sexuales estén barridos es una apuesta necesaria. No se encuentra, con la experiencia que hay hasta el momento, una disposición de los poderes públicos para avanzar en esa dirección ya que es el ámbito educativo un lugar vedado para según qué contenidos. La sexualidad sigue siendo una asignatura pendiente y debe ser la reivindicación fundamental.
El movimiento LGTBi debe desarrollar una acción contundente y constante en esta dirección que incluya desde campañas específicas y masivas hasta la elaboración de contenido y la creación de formadores. Se trata de hacer que la estructura de formación oficial (universidades) contemplen, junto a las sociedades sexológicas, el programa formativo de quines van a impartir esa materia, bien como asignatura concreta, bien como tema horizontal presente en varias asignaturas. La sexualidad no debe ser tratada en la escuela a partir de los 14 años, sino desde la misma incorporación de la niña y el niño en el sistema educativo. No es suficiente con talleres desarrollados desde las organizaciones. La función de éstas debe dirigirse más hacia la creación de un proyecto estructural global que incluya estos temas como necesarios y constitutivos de los contenidos docentes en general.
El movimiento LGTBi está ya maduro para organizarse en función de visiones de la sociedad más complejas que la mera unión por discriminación por motivo de orientación sexual. La presencia de homosexuales (Partido Liberal alemán) en los gobiernos no debe significar de forma acrítica una valoración positiva. De nada sirve que el ministro de Asuntos Exteriores de Alemania sea gay e esté casado con su marido si es partidario de un desbaratamiento del estado de bienestar y de la mercantilización de los derechos sociales apostando por una liberalización (precarización) del mercado laboral. El movimiento LGTBi debe apostar por la economía social como única forma de atender las necesidades de un colectivo complejo y que no puede hacer depender su felicidad de la conversión de esta en una mercancía adquirida en el mercado.
El carácter progresista del movimiento debe de entenderse no solamente en su discurso sobre la sexualidad y la ruptura de roles y corsés de comportamiento. Debe también de centrarse y de tomar postura por las condiciones de vida en las que se desenvuelven cotidianamente las lesbianas, los gays y los y las transexuales.
Otro bloque importante que debe ocupar la atención del colectivo es el de la investigación y la difusión sobre sexualidad, identidad sexual, intersexualidad, género, relaciones y referentes. Copiar los modelos de relación y los valores que se desprenden de la sociedad patriarcal y heterosexista es un error ya que impone un corsé en el comportamiento creando categorías a las que adecuarse y, por lo tanto, represivas. La Revolución Sexual es una revolución constante que debe enterrar viejos valores que nada dicen sobre las necesidades, gustos y placeres, ya no solamente del colectivo LGTBi, sino del conjunto de los seres humanos. Argumentar científicamente esta revolución es una tarea, no solo del colectivo, pero sí en la que debe estar presente.
En resumen, el movimiento LGTBi debe refundarse. La dialéctica también nos implica. El trabajo en el frente institucional y asociativo debe de configurarse con una nueva vitalidad participativa, con un objetivo de cambio y con la contribución de hacer de esta sociedad, que tiende a la uniformidad, una sociedad diversa, democrática y opuesta al reduccionismo mercantilista.
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